Esta pasada jornada en Rumanía, Remus Danalache, portero del Vointa Sibiu, protagonizó una protesta hasta ahora nunca vista. Desde tiempos inmemoriales, cuando el árbitro pita penalti (actualmente poco importa si es dudoso o no) los jugadores del equipo infractor se aglomeran a su alrededor realizando aspavientos y profiriendo gritos y comentarios hacia el juez de la contienda, algo que finaliza con el posicionamiento del portero bajo el larguero y el lanzador tomando carrerilla. Esta vez no.
El partido entre el Petrolul (de amarillo) y el Vointa (franjas verdiblancas) se encontraba en el descuento con el resultado de 3 a 1 para los locales cuando el árbitro indica pena máxima a favor de éstos (no entraremos en si es o no, cada uno que juzgue por sí mismo). Los jugadores del Vointa se indignan (que está de moda), y el portero encabeza la protesta pretendiendo dejar libre la portería para el lanzamiento. Tras convencerle el árbitro que indignarse vale pero que él tiene que quedarse trabajando, ocupa su lugar, aunque no así sus compañeros que abandonan el campo. El delantero ejecuta la pena, y el portero antes de que el jugador golpee el balón pega un saltito para dar la espalda al lanzador, lo que coge al árbitro sin saber que hacer, de modo que hizo lo que hacen siempre que no saben que hacer cuando se trata de tomar una decisión en un penal, repetir a ver si cambia la cosa, prohibiendo al portero realizar el mismo y sensacional clavado de 180º. Los jugadores del Petrolul (de amarillo) asisten flipando a los acontecimientos, esperando que se acabe ya ya, lo que podemos deducir de su hartísima celebración.